Mujeres guiando al pueblo


Si se quiere esclavos, es una locura educarlos para amos.
Friedrich Nietzsche

Rebuscando este fin de semana en la librería Books&More de la ONG Aida, en Segovia, me hice con un par de librillos. Hoy (atrapada en Chamartín y, más tarde, en Atocha) me he podido leer el primero de ellos: Las mujeres y la Revolución. 1789-1794 (Paule-Marie Duhet, 1974, Ed. Península).

En la articulación del feminismo moderno, siempre se cita la Revolución Francesa como fecha clave. Cuando estudié Historia en el colegio, nadie me habló de la implicación de las mujeres en el movimiento revolucionario. Tampoco me explicaron la declaración (pdf) de los derechos de las mujeres y de las ciudadanas. No estudié los cuadernos de quejas redactados por ellas, ni las reivindicaciones de igualdad sexual e instrucción pública ni las redes de hermandad sustentadas en los clubes revolucionarios.

Mujer, despierta; el rebato de la razón se hace oír en todo el universo; reconoce tus derechos. Cualesquiera sean los obstáculos que os opongan, podéis superarlos; basta con desearlo.
Olympe De Gouges, 1791

La Revolución Francesa es conocida por abrir paso a los movimientos feministas modernos, pero también por representar su más sonado fracaso. Pese a no figurar como seres políticos, podían cometer crímenes de estas características y ser condenadas a muerte, como fue el caso de De Gouges.

... su deseo de acumular acontecimientos la llevó al olvido de las virtudes propias de su sexo, y ese olvido, siempre peligroso, acabó por conducirla al cadalso.
Moniteur Universal, 1793

Los clubes de mujeres fueron prohibidos en 1793, un año antes de que también se prohibiera expresamente la participación de cuaquier fémina en actividades políticas, además de que se redujeron los derechos de la mujer en la ley de divorcio recientemente aprobada. El pesimismo y el hastío imperan de nuevo, como años antes, durante el Antiguo Régimen:

Y esto tanto más cuanto que no parece vislumbrarse ningún camino abierto, ni tan siquiera el consuelo de decirse que algún día de nuevo podrá uno tratar de cambiar la vida; todas las salidas han quedado cerradas, incluso la de la instrucción. Toda una generación había quedado truncada.
Paule-Marie Duhet

Prefiero quedarme con un punto de alegría. Como ha ocurrido (y sigue ocurriendo) en tantos países, la educación de la mujer se defiende como una necesidad patriótica, la de producir a buenas madres que sepan instruir a sus hijos varones durante su infancia. Sin embargo, tras aprender a leer y escribir, acababan por leer a los clásicos, por insuflarse de espíritu revolucionario, por conocer las historias de las mujeres que no se resignaban. El feminismo francés de finales del XVIII fracasó. Pero las mujeres no olvidaron.

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